
Setenta y cinco años de la proclamación del Estado de Israel: ¿la inexorable deriva iliberal?
El 14 de mayo de 1948, David Ben Gurion proclamó la independencia de Israel, estado considerado como la única democracia en la región. Setenta y cinco años después, es asombroso. Gobernado por una de las coaliciones más derechistas de su historia, el país atraviesa una profunda crisis que está volviendo a poner su identidad judía y democrática en el centro del debate. France 24 habló con un historiador y un geógrafo, ambos especialistas en Oriente Medio.
“Bibi” no pudo completar su reforma de las instituciones de su país, pero logró unir a los israelíes de todos los ámbitos de la vida en su contra, en una ola de protesta histórica.
La chispa: el anuncio de una reforma judicial calificada de antidemocrática, el 4 de enero. Desde entonces, miles de israelíes se han reunido cada semana para exigir su eliminación.
Las manifestaciones más numerosas reunieron hasta 300 000 manifestantes, en varias ciudades del país, Tel Aviv en primer lugar.
“Un arcoíris social”, comenta Dominique Vidal, historiadora, periodista y especialista en temas israelíes. El movimiento de protesta se extiende desde la izquierda israelí hasta el ejército, incluidos los jueces y otras profesiones liberales.
Algunos de estos manifestantes también rechazan el gobierno formado en diciembre por el primer ministro Benjamin Netanyahu. Es uno de los más a la derecha -el más a la derecha según los observadores- que ha conocido Israel en su historia.
Alzando el espectro de una “guerra civil”, Benjamin Netanyahu anunció, el 27 de marzo, una “pausa” en la implementación de la reforma judicial, para dar una “oportunidad (…) al diálogo”.
Palabras juzgadas insuficientes por los manifestantes, que no despegan. El 22 de abril, en Tel Aviv, eran varias decenas de miles, según estimaciones, en las calles israelíes.
El Tribunal Supremo, esta salvaguardia
“Es demasiado pronto para predecir la duración de este parón”, dijo Dominique Vidal. “No es menos obvio que Benjamin Netanyahu y sus aliados tienen la intención de completar su proyecto”.
Para el Gobierno, el texto de la reforma pretende reequilibrar poderes al reducir las prerrogativas del Tribunal Supremo, que el Ejecutivo considera politizadas, a favor del Parlamento.
Pero planificar las prerrogativas de la Corte Suprema debilitaría el único contrapoder en este país que no tiene Constitución, sino solo unas pocas leyes de referencia importantes.
“Extremadamente grave”, añade Dominique Vidal: “Sería como si en Francia, el gobierno se volviera libre para promulgar leyes haciendo caso omiso de la censura del Consejo Constitucional”. Y también asumió el derecho de designar a sus miembros. Según el proyecto, “el ejecutivo también tendría la ventaja en el nombramiento de los jueces de la Corte Suprema”. Abolida así la separación de poderes, Israel “ya no estaría gobernado por un sistema democrático”, prosigue el historiador.
Este terremoto institucional se amplificaría con un new deal: el gobierno formado por Benjamin Netanyahu incluye a una serie de personas ultrarreligiosas, como el Ministro de Seguridad NacionalItamar Ben Gvir, o el Ministro de Hacienda, Bezalel Smotrich.
Libres del veto de los “sabios” de la Corte Suprema, estas figuras ultraconservadoras, miembros clave de la coalición, podrían subyugar la legislación israelí a una ley más fundamental: la Halajá, derivada de la Biblia.. Un escenario oscuro para los derechos de las mujeres, y de las minorías, como árabes u homosexuales.
Verano 2018, ¿el giro iliberal?
La dimensión judía de Israel engulliría entonces su naturaleza democrática. Pero este rumbo se decidió hace varios años, precisa Dominique Vidal. El 19 de julio de 2018, los parlamentarios israelíes aprobaron un controvertido proyecto de ley que reconoce el derecho a la autodeterminación solo al pueblo judío.
“Entiéndase: el pueblo judío….y por lo tanto no el otro”, comenta el historiador. En estos artículos, la palabra “democrático” brilla por su ausencia, continúa. “Desde 2018, por lo tanto, Israel ya no es un estado judío y democrático, según su propia definición”.
El texto también despoja al idioma árabe de su estatus oficial junto al hebreo.
Tiene una “dimensión puramente simbólica”, sin embargo cree Fabrice Balanche, profesor de geografía en la Universidad de Lyon 2, autor de numerosos libros sobre Oriente Medio. Sobre el terreno, prosigue, “esta ley no ha conducido ni a su marginación ni a una privación de sus derechos”.
Procedentes de las poblaciones palestinas que pudieron permanecer en el territorio de Israel en su nacimiento, los árabes israelíes, una minoría de unos 10 % de la población en 1948, hoy representan 20 % Todavía mantienen una tasa de natalidad superior al número medio de hijos por mujer judía.
“Aparte de algunas zonas, la realidad del territorio israelí es mixta, judeoárabe”, añade el geógrafo. “La ley de 2018 aparece, por tanto, como una reafirmación de Israel como Estado judío”, a pesar del componente árabe de su sociedad”, analiza Fabrice Balanche.
2021: violencia intercomunitaria, trauma judío
En mayo de 2021, la brecha que separa a esta minoría árabe del resto de Israel se amplió con violencia. Ciudades mixtas fueron escenario de enfrentamientos entre judíos y árabes de nacionalidad israelí, lo que hizo temer a las autoridades una guerra civil.
En el origen de esta violencia interisraelí, una escalada entre Israel y el enclave palestino de Gaza.
El episodio constituye un trauma para la población judía de una ciudad como Haifa, donde las dos comunidades conviven desde hace décadas :: “La población árabe israelí, que pensábamos integrada, asimilada, aparece ahora como un sustrato potencial para el terrorismo. Este es uno de los parámetros de la reforma judicial que lleva a cabo el gobierno. Este riesgo yihadista prospera, al amparo del estado de derecho, cuando se necesitan leyes excepcionales para superarlo”, comenta Fabrice Balanche.
El miedo que nace de estos enfrentamientos intercomunitarios es sin duda uno de los motores del avance de los derechos en noviembre de 2022, añade Dominique Vidal.
Demografía ultraortodoxa, política de derecha
El geógrafo Fabrice Balanche subraya una segunda dinámica demográfica: “Unon un promedio de ocho hijos por mujer en los círculos judíos más religiosos, y tres entre la gente laica, hay un aumento del poder de los religiosos dentro de la sociedad, que luego se refleja en la Knesset”.
Este auge religioso está destinado a fortalecerse, añade Dominique Vidal. Porque si los observadores notan la disminución de alya -emigración de judíos a Israel- se olvidan del movimiento opuesto, la yerida.
Las solicitudes de pasaportes europeos aumentaron en 45 % en un año, y su número se ha disparado desde el giro a la derecha en noviembre, señala el historiador y especialista en Israel.
Los que se van a los países europeos son en su mayoría judíos asquenazíes, y más bien laicos, prosigue Dominique Vidal. Calculando el efecto exponencial de la tasa de natalidad, según algunas estimaciones, la población será de 30 % de ultraortodoxos, a principios de la década de 2030. Por sus elecciones, las élites políticas israelíes están jugando con el destino del estado judío, suspira Dominique Vidal.
La vida cotidiana en Israel, para un judío laico, “se ha vuelto insoportable allí”, prosigue el periodista, que cubre Israel desde hace cincuenta años. “Una mujer no puede divorciarse en Israel sin el consentimiento de su marido”, añade, antes de concluir. “El punto no es comparar a este Israel con la República Islámica de Irán, sino decir que la política tiende en esa dirección”.