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Ucrania, inflación, inseguridad… La crisis del CICR cuestiona la financiación de las ONG



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Ante serios problemas presupuestarios, el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) anunció esta semana el despido de 1.800 personas en todo el mundo de 20.000 empleados. Una crisis ligada a problemas de gestión pero también a una situación internacional difícil para las organizaciones humanitarias, atrapadas entre el aumento de las necesidades, la falta de financiación y la inflación.

Esta es su crisis financiera más grave en ciento sesenta años de existencia. El Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), organismo de referencia en derecho internacional humanitario, presente en más de 100 países, anunció esta semana el despido de 1.800 de sus 20.000 empleados en todo el mundo e hizo un llamado a Suiza, uno de sus principales donantess – para superar su importante dificultades financieras.

Estos anuncios desataron fuertes tensiones internas. Se envió una carta con 2.500 firmas del personal a la gerencia exigiendo rendición de cuentas, y el documento denuncia la “desviación presupuestaria” durante la última década.

Estos empleados critican en particular a los antiguos dirigentes del CICR por haber querido crecer demasiado rápido invirtiendo masivamente en acciones de asistencia humanitaria en detrimento de la actividad básica de la organización, que es la protección de las personas afectadas por los conflictos armados.

La nueva presidenta Miljana Spoljaric, que llegó en octubre, apunta a la falta de financiación en un contexto internacional difícil, que ha obligado a la organización a un plan de ahorro masivo de 440 millones para el año 2023.

Una brecha cada vez mayor entre las necesidades y las donaciones

Si se debaten las causas de la crisis financiera en el CICR, la organización no es la única que tiene que revisar a la baja sus ambiciones presupuestarias. En 2022, Naciones Unidas registró un déficit récord en sus misiones humanitarias con solo 24.000 millones de dólares recaudados de una cantidad necesaria estimada en casi 52.000 millones.

Según Jens Laerke, portavoz de la agencia de la ONU para los refugiados (Ocha), el año 2022 estuvo marcado tanto por un récord de donaciones como por un récord de déficit de financiación. “Entonces, el problema es este: las necesidades en todo el mundo están creciendo mucho, mucho más rápido que la financiación de los donantes., Él concluyó.

Para las ONG francesas, la situación es similar. De acuerdo a el estudio de Coordinación Surla financiación de asociaciones solidarias internacionales aumentó un 43 % durante el período 2016-2020, impulsada por el crecimiento de las inversiones públicas (+63 %) y privadas (+22 %).

Este aumento de la financiación se enmarca en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), fijados por los países miembros de Naciones Unidas para 2030 y que incluyen la defensa de los derechos humanos, el medio ambiente y la lucha contra la pobreza global. Sin embargo, este aumento de la financiación sigue siendo muy insuficiente a la vista del crecimiento exponencial de las necesidades.

“Por un lado, tenemos objetivos ambiciosos en los que estamos muy movilizados y, por otro, crisis que se multiplican, a las que se suman cuestiones climáticas que generan necesidades enormes”, resume Isabelle Dedieu, responsable de redes sociales y relaciones con los medios. de la Agencia Francesa de Desarrollo (AFD).

La apisonadora ucraniana

En los últimos años, dos grandes crisis internacionales han centrado la atención de los medios: la pandemia de Covid-19, que se extendió por todo el mundo desde finales de 2019, y luego la invasión a gran escala de Ucrania por parte de Rusia, que comenzó el 24 de febrero de 2022.

Si esta guerra en suelo europeo ha suscitado una masiva efusión de solidaridad hacia Kiev en Occidente, otras causas son mucho más difíciles de financiar para las ONG a pesar de la urgencia de las necesidades. Este es el caso de las llamadas crisis “duraderas” como la de Afganistán, Yemen, la RDC, Venezuela o incluso Haití.

“Este fenómeno ciertamente no es nuevo, pero es particularmente visible con la guerra en Ucrania”, analiza Pierre Micheletti, presidente de la ONG Acción contra el Hambre. “Este conflicto en nuestras puertas genera una solidaridad local muy fuerte y hay que reconocer que desnuda un poco la generosidad traída a crisis más lejanas”.

El problema de los fondos asignados

Para cerrar esta brecha, las organizaciones internacionales dependen de fondos no restringidos, donaciones que no están dedicadas a una causa en particular pero que permiten a las ONG satisfacer las necesidades. humanitario prioridades Sin embargo, según el CICR, estos son cada vez más difíciles de recolectar.

“El Comité Internacional de la Cruz Roja tiene la particularidad de ser financiado únicamente por contribuciones voluntarias de los Estados”, recuerda el portavoz de la organización en Francia, Frédéric Joli. “Sin embargo, la mayoría de los gobiernos prefieren dirigir la asignación de sus fondos. Esta cuestión es objeto de constante negociación”, indica.

“La asignación de fondos es un problema al que todos nos enfrentamos en el ámbito humanitario porque la ayuda gubernamental, que es nuestra principal fuente de financiación, se destina a más del 80 %”, subraya Pierre Micheletti, presidente de la ONG Acción contra el hambre. “Al elegir sus causas, los Estados politizan la acción humanitaria y de hecho promueven la compasión de geometría variable. Intentamos compensar este fenómeno con las donaciones privadas no asignadas que recibimos, pero nuestros medios son insuficientes”, lamenta.

Inflación e inseguridad

Además de este desequilibrio creciente, las organizaciones humanitarias también deben hacer frente a la inflación galopante de los costos de energía y alimentos, generada por el conflicto en Ucrania. Un problema que tiene dos efectos nocivos combinados para las ONG, ya que provoca, por un lado, gastos adicionales y, por otro, afecta las capacidades financieras de los donantes. Del 4% en 2021, el aumento de las donaciones de los franceses pasó al 1% en 2022. Lejos de poder compensar los gastos de las ONG vinculados a la inflación.

Finalmente, la creciente inseguridad en el ámbito humanitario se ha convertido en un problema importante en los últimos años, lo que requiere importantes y costosos medios de seguridad en el suelo. Durante el año 2021, más de 140 trabajadores humanitarios fueron asesinados en ataques, el nivel más alto en ocho años.

¿Modelo sin aliento?

Ante la explosión de los costos y la creciente dificultad para atender las necesidades humanitarias, los actores del sector intentan reinventarse ante el temor de que esta situación persista. La situación política de los Estados Unidos, el mayor donante del mundo, es motivo de especial preocupación, al igual que la posibilidad de una próxima recesión, debido al estancamiento de la guerra en Ucrania.

Para salir del estancamiento, el CICR, que cuenta con una reducción de los presupuestos de ayuda humanitaria en los próximos años, ha anunciado el cierre de 26 sitios en todo el mundo y la reducción de sus programas de ayuda financiera.

“Nuestras limitaciones presupuestarias nos empujan hoy a volver a nuestros fundamentos: la protección de los civiles en los conflictos y el destino de los combatientes capturados, de conformidad con el derecho internacional humanitario, del cual el CICR es guardián”, explica su portavoz, Frédéric Joli. . .

Para evitar ese escollo, algunas ONG han decidido diversificar sus fuentes de financiación con miras a reducir su dependencia de los Estados. Para apoyar este enfoque, la Agencia Francesa de Desarrollo (AFD) está realizando actualmente un trabajo de sensibilización con el sector privado y, en particular, con las fundaciones francesas. “El 90% de sus inversiones humanitarias se centran en Francia. Esto es, por supuesto, muy útil, pero les pedimos que acentúen sus acciones también fuera de nuestras fronteras”, subraya Isabelle Dedieu.

Pierre Micheletti también aboga por la reducción de la dependencia de los Estados, pero a través de un marco más restrictivo. “El problema hoy en día es que el 80% de la financiación pública proviene de una docena de países donantes, mientras que algunos estados grandes como China, India o Brasil invierten muy poco. Para reducir la dependencia de estos grandes donantes, debemos aumentar su número a través de una contribución obligatoria. Si los 90 países más ricos invirtieran el 0,03% de su renta nacional bruta en ayuda humanitaria, el desfase entre donaciones y necesidades estaría finalmente cubierto”, afirma el presidente de Acción contra el Hambre, autor de un libro sobre el tema.

“Debe reconocerse que el modelo de financiación humanitaria tal como lo conocemos hoy en día se ha vuelto casi obsoleto”, continúa. “La crisis financiera que golpea hoy al CICR es un nuevo ejemplo. Es el marco mismo de este sistema lo que necesita ser repensado”.

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